Los mayas emprendieron una emigración masiva que les llevó de América Central a regiones de la profunda América del Sur. Fue en Yucatán donde establecieron las primeras plantaciones de cacao, que ya lo cultivaban hacía más de 2500 años.
Las habas o granos de cacao eran usados como moneda de cambio y ofrenda a los dioses pero también crearon un brebaje amargo hecho de semillas de cacao llamado “Chocolha”. Lo consumían exclusivamente los reyes y los nobles pues daba solemnidad a determinados rituales sagrados. En sus libros, los mayas describen diversas formas de elaborar y perfumar la bebida: más líquido o más espeso, con más o menos espuma, con añadidos como la miel, el maíz o chile picante, etc.
Los médicos mayas también usaban el cacao por sus efectos estimulantes y calmantes, los guerreros lo consumían como bebida reconstituyente, el aceite que se extraía de la semilla como aromatizante, la manteca de cacao que se obtenía de la grasa de las semillas se usaba para ungüentos y pomadas con las que tratar la sequedad de la piel, curar heridas, quemaduras, labios agrietados, los pechos de las parturientas y las hemorroides. Como bebida, dependiendo de los condimentos, el cacao era energético, afrodisíaco o alucinógeno.
Más tarde, los mayas lo llevan hacia el norte, a las tierras que ocupaban los toltecas, el pueblo que precedió a los aztecas en la historia de Mesoamérica. El dominio azteca supuso finalmente la sumisión de los toltecas, los olmecas y todos los pueblos que constituyeron el inmenso imperio de los adoradores del Sol y de la Serpiente Emplumada, o Quetzalcóatl, –Kukulkán para los mayas,- el dios fundador de la estirpe y de la cultura precolombina.
Los aztecas aprendieron de los mayas el cultivo y el uso del cacao al que llamaban “cacahuat” y llamaron “xocolatl” a la bebida aromática que se obtenía de sus frutos siendo muy apreciada por la fuerza y el apetito sexual que despertaba.