Desde hace poco tiempo estoy percibiendo un rasgo en algunas personas yóguicas que me ayuda a entender la trascendencia de sus actos pero que a veces no lo veo positivo y es tan sutil que me cuesta explicarlo. Según cómo te hayas levantado hoy puedes interpretarlo mal o bien pero como este artículo no pretende ser un juicio ante estas personas sino la transmisión de mis percepciones voy a ver cómo lo explico.

Se trata de cómo la conexión con el Ser nos hace perder a veces la conexión con el plano material en el que co-habitamos todos. En resumen, se trata de cómo estar demasiadas veces «en las nubes» hace que perdamos el contacto con «la tierra».

Imagino que aquellos que no practicáis yoga alguna vez lo habéis pensado, de hecho yo lo pensaba antes de practicar: «Estos frikis de mundo, no parece que se preocupen de las cosas que les rodean«, pero lo cierto es que se preocupan mucho (a su manera). Lo que sucede es que no se les entiende hasta que vemos la vida desde su perspectiva. Como ya comenté en artículos anteriores, mi realidad no es la tuya aunque estemos uno frente al otro en el mismo lugar mirándonos a los ojos. Tú percibirás ese instante de un modo totalmente diferente a como lo perciba yo y ahí radica la riqueza y grandeza del momento. Hay tanta información que nunca nos llegamos a sentir UNO con el otro, que nunca comprenderemos completamente lo que sucede al cien por cien.

Graduemos del blanco al negro por favor…

Ahora que practico yoga comprendo esa forma de VER al vivirlo en primera persona, aún así opino que hay niveles. Somos casi ocho mil millones de seres humanos en el planeta y nadie percibe la vida exactamente igual a otra persona. La cuestión es ¿por qué unos parecen estar más «en las nubes»? La respuesta es la ausencia de ego, y no implica la pérdida de personalidad sino algo mucho mejor, la pérdida del drama.

He de admitir que todavía no juego bien en esa parte del tablero. Desde niña he tenido dotes de liderazgo y organización (preguntadle a mi madre) y aunque sé que todo es energía y vibración, es decir, física cuántica (he aquí al ‘blanco’) mi condición como humana implica disponer de una serie de recursos y limitaciones, de una mente, un cuerpo, unas emociones y unas aspiraciones (y aquí el ‘negro’). En este plano de existencia, en esta vida que se ha proyectado desde la Conciencia Cósmica, soy humana. No soy una planta ni un mono, soy un ser humano que interactúa con su entorno.

Busquemos la escala de grises entonces. En esta experiencia de vida, cuando me implico en algo pongo lo mejor de mí. Soy pragmática, admiro la eficiencia y la practicidad de las cosas y, dentro de la aleatoriedad del universo, procuro atar todos los cabos posibles, anticiparme al resultado y cumplir los objetivos del proyecto en el que trabajo. Hoy afronto los proyectos de modo diferente a como lo hacía hace dos años pero no dejan de ser proyectos y ahí, mi máxima siempre es conseguir el mejor resultado en el tiempo marcado sin exceder los costes previstos. ¿Por qué os cuento esto? porque, como os decía al principio del artículo, percibo que en el entorno del yoga hay una tendencia a confiar en el Universo (que es necesario para soltar al Ego y en consecuencia al drama innecesario) pero en algunos casos siento que rozan la neglicencia aunque, insisto, es mi perspectiva.

El matiz que marca la diferencia entre confiar en el universo para que salgan bien los proyectos y la neglicencia porque te has confiado demasiado son las personas. Al final somos actores, herramientas, canales, llámalo como quieras pero cuando interactuamos con otras personas (ya sea para servirles o para trabajar con ellas) nunca deberíamos olvidarnos que dejamos de ser UNO si el único que «fluye» con el Universo eres tú. Permitidme que me explique.

Seguro que esto os resuena. Tal vez conocéis a una persona que tiene mucha facilidad para meditar y conectar con la conciencia universal origen de todas las cosas, posee una gran empatía y sensibilidad a su entorno, siempre sonríe y parece caer bien a todo el mundo, nadie siente amenaza ante su presencia, parece que está tocada por un brillo divino y transmite paz y felicidad. Estas cualidades las he percibido en multitud de personas y ¡es mágico! pero ¿qué pasa cuando están demasiado tiempo conectadas? ¿qué pasa cuando se pasan más tiempo en las nubes que entre el resto de humanos? pues que probablemente también han desarrollado otras cualidades: serán descuidados, desordenados, no mantienen aseada su casa ni tienen una higiene adecuada, no llegan puntuales a las citas ni les preocupa cambiar los planes aunque afecte a otras personas. Es posible que «sientan» que todo debe fluir así ¡y está bien! pero cuando se despreocupan de las consecuencias de sus actos y éstas afectan a otras personas han perdido el contacto con la tierra y con el resto de mortales al dejarse llevar.

Cuando organizo cualquier evento, siempre estoy pendiente de los detalles, de las necesidades, de las personas, del equipo que trabaja conmigo, voy revisando el proceso con frecuencia para detectar cualquier nueva necesidad o incidencia y estoy pendiente de que quien trabaje conmigo tenga todo lo que necesita. Hoy en día, también dejo espacio para la improvisación y las sorpresas (con la consecuente disminución de la ansiedad) e intento mantener la calma cuando aparecen pero sobre todo, intento que no vuelvan a suceder pues ponen en riesgo el éxito del evento y la imagen de quienes trabajamos en él.

Creo que, de nuevo, el concepto del yoga (unión) es perfecto aquí porque podemos proyectar correctamente el equilibrio entre lo esperado y lo inesperado si los incluimos como unos ingredientes más (lo que implica SER CONOCEDOR de su existencia) pero nos pasamos al lado de la neglicencia cuando nuestra confianza nos hace perder la perspectiva en las consecuencias de nuestros actos. Confiar plenamente en que el Universo va a encargarse de todo puede llevarnos al completo desastre o un éxito efímero porque, os aseguro que muchas personas pueden sentirse heridas por el camino y, de acuerdo, serán sus Egos pero, ¿no es nuestra responsabilidad tratar todo y a todos con amor? ¿dónde está nuestra práctica de Yama (astangha yoga) en nuestras acciones? 

El equilibrio entre «sentir» la conexión con la conciencia y nuestra responsabilidad como seres humanos en la tierra se consigue a través de la observación consciente de todas las consecuencias de nuestros actos. Así practicamos ahimsa, el respeto y la no violencia contigo y con lo que te rodea, incluido personas, objetos u otros seres vivos.

No te abandones al 100%, presta cuidados a cualquier ser u objeto, al prójimo, estate pendiente de sus necesidades, de servirle y hacerle feliz porque sólo así la felicidad te volverá multiplicada y no, no estoy recitando ningún verso religioso, estoy hablando de experiencia propia. Confía en el Universo pero mantén tu atención para que, si te necesita, puedas servirle adecuadamente, con implicación. Aquello que puedas hacer con excelencia, no lo dejes sin rumbo, sé la mano que dirige el navío con diligencia y sentido común. 

Namasthe lectores.

2 Comments

  • Rafael dice:

    La negligencia siempre forma parte del Ego…el descuido, la desatención, el «estar en las nubes» también. Cuando uno esta conectado con el Ser, con la Fuente, con el Todo…es imposible la no presencia en los detalles que son verdaderamente esenciales y la plena consciencia en la totalidad del momento.
    Yoga stha kuru karmani…»establecido en Yoga, realiza la acción»…solo desde ahí la acción será total, íntegra, maximamente eficaz, sin desgaste…porque no hay protagonista ni interes personal. Solo cuando te estableces en Yoga, el Universo responde a tu intención, porque entonces tu eres el universo…hasta entonces todo o casi todo es pura fantasía. Namasté

    • María Castañer dice:

      Pues no era capaz de ver cómo la negligencia es parte del ego hasta que has comentado con Patanjali de base…. Tanto que aprender… ¡¡¡Gracias!!!

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