Hace unos días una alumna, Vicky, me decía que practicaba yoga por disfrute y que los recursos como bloques, cintas y demás extras le distraían del sentir, le producían una lucha interna lo suficientemente feroz como para que terminara por desecharlos para volver a sentir disfrute en su práctica.
Yo le contaba que usar props le ayudarían a sentir las posturas y el flow mucho más porque le harían entender mejor cómo construirlas y potenciar sus efectos. No terminaba de gustarle la idea pero me dejó probar con ella un ejercicio de meditación muy breve, de toma de conciencia más bien.
Le indiqué que construyera la postura del perro boca abajo y le pedí permiso para poner un bloque entre sus rodillas. Era una postura cómoda para ella y podría sostenerla durante bastante tiempo como para hacerle sentir la utilidad del recurso. Ella tendía a separar mucho los pies y, aunque de manera sutil, esta distancia dispersaba su atención (dharana) y su fuerza (stira) ella creía que estaba ejecutando la postura correctamente.
Al colocar el bloque por su anchura más pequeña tuvo que juntar las piernas y los pies para poder sostenerlo y aquella diferencia ya hizo que tomara conciencia de los músculos internos de las piernas. Aquello elevo más sus caderas y le permitió acomodar mejor sus talones al suelo.
Desde aquí le indiqué para ir hacia ashtanga namaskara (postura de 8 apoyos) apoyando primero las rodillas en el suelo y luego el pecho entre las manos. Su bajada fue más limpia y orgánica. Sus codos se pegaron más a sus costados y el pecho bajo vertical hasta alinearse con sus manos. Ir de aquí a la cobra le fue más fácil que cuando no tenía el bloque.
Cuando le propuse utilizar el bloque por primera vez, lo rechazaba casi automáticamente pero cuando aceptó su presencia pudo concentrarse más en la sensación del tren inferior de su cuerpo y perfeccionar más el flow entre las tres posturas (adho mukha svanâsana, ashtanga namaskara y bujangâsana).
Era cuestión de tiempo que los aceptara en su práctica como aceptó la idea de usar una esterilla de yoga para practicar.
La razón por la que Vicky no usaba estos recursos era que, cuando practicaba yoga, sentía que era «su momento», en el que podía meterse en una burbuja lejos de su realidad y donde no quería saber nada de límites, imposiciones ni metodologías, solo sentir y dejarse llevar. Y esto está muy bien, pero al igual que cualquier otra práctica o disciplina deportiva, no ser consciente de todo el cuerpo te puede acabar haciendo daño física y también emocionalmente pues ambos cuerpos están estrechamente relacionados.
Hicimos un pequeño ejercicio que le ayudó a ver la práctica de yoga desde otra perspectiva mucho más pragmática y, sobre todo, consciente. Puesto que sentía el bloque como un limitante, le sugerí que tal vez tenía algún bloqueo emocional con la autoridad o sentía carencia de libertad y le propuse dedicar la práctica de esa sesión a disolver e integrar esas cuestiones de base emocional.
El poder de la intención
Pongámonos de pie al principio del mat.
Respira profundamente con los ojos cerrados y los brazos al costado del cuerpo.
Siente tu base, la planta de los pies, cómo se hunden en el suelo, cómo lo agarran y se funden con él.
Ahora visualiza una situación que te haga sentir sin libertad, sin capacidad de acción o que te limite.
Percibe qué emociones despierta en ti y cómo te hace sentir.
¿En qué parte del cuerpo sientes esa emoción?
Respira profundo de nuevo, deja que esté ahí contigo y obsérvala.
¿Qué palabra o frase representaría esta emoción?
Pon las manos sobre ese lugar ahí donde sientes esa emoción.
Y, mentalmente, dedica la práctica de hoy a esa emoción.
Vas a canalizar su energía para utilizarla en esta sesión.
Durante la práctica, rememora esa situación y esa emoción a través de la frase que la representa para que te enfoque. Vamos a ello.
Y comenzamos a realizar saludos al sol tras haber entendido cómo construir mejor tres posturas de la vinyasa gracias al bloque…
Cuando terminamos las palabras de Vicky fueron:
«¡Ha sido una pasada. No sabía que se podía practicar yoga para esto ni utilizar las emociones así!»

Vicky entendió no solo que la técnica y la metodología enseña las bases sino que utilizar ese aprendizaje para que el yoga no sea solo evasivo sino pragmático le podría ayudar mucho más que solo como disfrute.
Afrontar la práctica de yoga desde una emoción (limitante o no) otorga al flow todo un espectro nuevo de sensaciones y revelaciones de las que antes no era consciente. El yoga le dio nuevas herramientas para gestionar su vida.
Ahora te pregunto, ¿tienes alguna situación que no sabes cómo solucionar? ¿algo o alguien que te limita personalmente o limita alguna faceta de tu vida? escribe en comentarios de qué se trata y te daré algunas indicaciones sobre cómo podrías comenzar a cambiar esa energía.
La energía se transforma
A estas alturas de la vida imagino que ya sabrás que toda la materia es energía y que incluso los pensamientos son energía. La energía ni se crea ni se destruye, se transforma.
Las emociones son consecuencias de los pensamientos. Es otro nivel de frecuencia que afecta a nuestro cuerpo causal. Si las emociones no son liberadas e integradas, ocasionan patologías a veces muy heavies que ni con medicinas convencionales podríamos sanar.
¿Acaso podrías conducir hoy sin saber cómo funciona un vehículo? ¿o cocinar una receta sin saber sus ingredientes? ¿o leer un libro sin interpretar las letras?
El yoga es como la lectura. Si no sabes interpretar las letras, las sílabas ni conocer de las reglas gramaticales, será casi imposible que puedas leer un libro y extraer su sabiduría o enseñanzas. El yoga es una metodología de lectura a través de la cual conocemos algunas leyes del universo.
A través del movimiento, la respiración y la meditación (sus reglas) nos enseña a canalizar nuestra energía, a gestionar nuestras emociones, a cuidar del vehículo de nuestra esencia (alma) y a cuidar a otros seres con la misma empatía con la que nos cuidamos a nosotros mismos. Bajo la coherencia de un mismo concepto: ahimsa («la no violencia»).
Si hemos tenido un mal día, una mala semana, un mal mes, una vida horrible… una sola sesión de yoga, dirigida desde un lugar muy concreto y con un objetivo igualmente concreto puede ser increíblemente sanadora. Pero solo sucederá si en nuestro intelecto emerge el permiso a abrirse a la experiencia, abrirse a la posibilidad de sanar, de permitir, de liberarse. Ha de haber una decisión primigenia, la de confiar.
Solo entonces, aquella emoción que produce un efecto limitante en nuestro cuerpo, una frecuencia mental y una actividad eléctrica perjudicial en nuestro sistema nervioso, se integra y trasciende para poder seguir con nuestra vida. La energía de esa emoción que nos condicionaba (ya sea positiva o negativa) deja de hacerlo y nos desapegamos por fin de ella.
La energía se transforma para dejarnos seguir nuestro camino de vida…
¿Quieres que te enseñe a utilizar el yoga y todos sus recursos para soltar tus límites? escríbeme y charlamos, no te venderé nada, tú solo siéntete.
Namaste lectores.