Ya empezamos el segundo año del Curso de Profesores de Yoga en Prana y tras un mes de estar cada uno en lo suyo se echaba en falta sentir la sangha aunque darse espacio también es importante para volver con perspectiva y hacer balance así que todo es bien recibido.
Algunos compañeros decidieron hacer un «pause» al curso para centrar su sadhana en la vida real, otros decidieron seguir su formación en la India, aprendiendo de los maestros que han encontrado allí, otros no pudieron pasar a segundo y repiten curso pero todos, todos, estamos en el camino del crecimiento espiritual. Siento cómo hemos madurado… como un árbol, nos vamos alejando del tronco para alcanzar más altura, seguimos unidos a él pues es la fuerza que nos mantiene y nutre pero ya somos ramas que empezamos a florecer y separarnos las unas de las otras. Sentimos ese centro, nos sentimos todos, juntos, pero ahora somos más fuertes y tenemos seguridad para ir subiendo, para ser de las ramas altas, esas que tocan el sol mientras siguen arraigadas en la tierra.
Módulo I: Profundizando en asanas de pie y suryanamaskar + yoga sutras + kaya sthairyam
El primer módulo del segundo curso lo comenzamos con más atención y menos expectativas. Ya sabemos colocar nuestra mente en el estado adecuado para extraer todo el valor de las enseñanzas de nuestros maestros y hablar menos desde el minuto uno. Siento que somos mejores alumnos, que hemos madurado, que sabemos a lo que venimos y comenzamos a vislumbrar ese futuro que nos trajo aquí. Nos tomamos todo más en serio.
En ese fin de semana comenzamos a profundizar en las asanas de pie y en versiones del saludo al sol o suryanamaskar. También repasamos el samadhi pada (donde se da respuesta a la pregunta «¿qué es el yoga?» a través de 51 sutras o aforismos) y el sadhana pada de Patanjali (donde se exponen los obstáculos que nos impiden estar en yoga y cómo superarlos a través de 55 sutras) para entrar en materia con el tercer capítulo, el vibhuti pada donde se completa la explicación de las 8 partes o pasos del asthanga yoga y exponen los siddhis o logros que desafían a la ciencia y podemos realizar consciente o inconscientemente cuando estamos en yoga.
Como colofón, profundizamos en kaya sthairyam, una meditación profunda que es una práctica completa en si misma por los efectos psicosomáticos que produce en el organismo. Induce al aquietamiento de mente y cuerpo produciéndose el samadhi (observación e interiorización donde surge el Ser) con mayor rapidez.
El resultado de ese fin de semana fueron unos días de agujetas que tuvieron que convivir con el inicio del curso y la sobre activación de mi mente y sistema nervioso (el cambio a un clima vata sumado a mi tipología vata-pitta me desequilibra, en algún momento os hablaré del ayurveda pero por ahora, más info sobre los doshas aquí). Terminé de trabajar en el restaurante en agosto y se me activaron nuevas clases, comencé a dar clases de yoga en casa, retornaron las clases en el Club de Regatas de Alicante y comenzaba un periodo de cambio y actividad que todavía está por concluir.
Dharma reafirmed!
También sentí que definitivamente este es el camino que debo hacer. Una entrevista de trabajo en una empresa tecnológica en Alicante me terminó de convencer que salir de la carrera de la rata implicaba tomar esa decisión sin apegos, dejar atrás mi antigua vida y volcarme en el yoga definitivamente. La oferta de trabajo no me resonó dentro, no sentía que ese era mi lugar, no me atrajo para nada la imagen de pasar horas en una oficina trabajando para bancos, retail, inmobiliarias o seguros (que iban a ser mis clientes) y la luz recayó con fuerza hacia mi nueva vida. Por muy inhóspito que sea el camino siento que aquí si cumplo mi dharma o propósito de vida.
En este lugar desaparece el ego, no hay luchas de poder ni carreras por el éxito, no miro hacia afuera para buscar la aprobación de nadie, no persigo un despacho «más grande» ni ganar más dinero del que necesito para vivir y ayudar a otros, no hay prisas incoherentes ni conversaciones sobre futuros inciertos. Creo que ser profesora de yoga es uno de los trabajos más responsables que existen porque implica enseñar a otros a buscar el equilibrio para que sus vidas se alejen de la locura, mostrarles que «mantener su centro» supera en importancia a mantener su puesto de trabajo porque irónicamente su puesto de trabajo será más gratificante si «mantienen su centro». Enseñar a ver la belleza de la existencia al resto del mundo para que el resto del mundo distribuya belleza. Enseñar que el amor y la compasión por uno mismo es el cimiento desde donde toda la humanidad se construye y que cada uno de nosotros somos parte de todo este sistema… es un gran trabajo, es una gran entrega, es darme para poder equilibrar las cosas en este mundo de locos. De hecho no es un trabajo, es una MISIÓN de vida.
Módulo II: Profundizando en asanas de suelo y rodillas + yoga sutras + anapana sati yoga
El segundo módulo del segundo curso fue más intenso que el primero para mí. Fui con un par de semanas de vrittis (fluctuaciones o distracciones de la mente) moviditos y aparecieron algunos miedos que algunos días después se disipaban con ayuda de mi tutor Pablo y el director de la escuela José Manuel. Qué importante es tener a los maestros cerca cuando no se puede mantener la sadhana con normalidad. Estas personas son las que nos llevan de nuevo al camino si nos descarriamos, ¡son tan importantes!
En este módulo aprendimos sobre los bandhas o cierres energéticos internos y profundizamos en asanas de rodillas y sentados y en la meditación Anapana Sati Yoga (donde centras tu atención completamente en tu respiración y la oxigenación de tus células como si fuera un universo que se crea y se renueva con cada inhalación y exhalación). También realizamos nuevas variaciones del ‘saludo al sol’ que nos descubría nuevas limitaciones de nuestra mente y continuamos con el cuarto capítulo de los yoga sutras de Patañjali, el vibhuti pada, indagando en el samyama (práctica simultánea de Dhāranā -concentración- y Dhyāna -meditación-), el desarrollo de los siddhis (logros de la mente) y la trascendencia al Ser para ser UNO con él.
Fue un módulo más práctico a muchos niveles y ya se nota la exigencia del curso. Ya entendemos muchos conceptos y sabemos qué estamos haciendo con más rapidez, detectamos más rápidamente nuestras luchas internas y proyecciones externas, ya SENTIMOS todo con más sabiduría y desapego y cada vez tiene más presencia en nuestras vidas el sutra 1.12 de Patañjali «abhyasa vairagyabhyam tat nirodhah« que explica que mediante la práctica constante y consciente (abhyasa) y la ausencia de expectativas (vairagya) podemos llegar a la calma de la mente (nirodhah).
En este módulo tuve una revelación que me removió por dentro. El profesor nos recordó que el yoga trabaja con las energías y que cuando diseñemos las sesiones tengamos muy presente que deben ser equilibradas a ese nivel también, no sólo diseñarlas desde un enfoque físico o terapéutico… aquello me hizo ver que muchas de mis sesiones estaban enfocadas a lo segundo. De repente sentí que el mundo se caía a mis pies. Temí estar removiendo energías inadecuadas a mis practicantes y de repente me vi enfrentándome a los mismos miedos que tuve cuando empecé a dar clases… «¿Quién eres tú para enseñar yoga si todavía estás con la formación? ¿y si estás haciendo daño a la gente?¿y si te estás precipitando?» decía mi juez interior implacable.
Esos miedos crecieron a medida que pasaba el domingo y como justo tenía tutoría al día siguiente quise hablar de ello. Sé que esos miedos surgen para liberarme de algo pero no detectaba el qué. Una conversación con el director de la formación y con mi tutor los disiparon. Están producidos por mi mente (como siempre) pero sólo era cuestión de aceptar el proceso y ajustar mis sesiones teniendo en cuenta esta información que se había hecho hueco con tanta fuerza frente a mí. De repente, esa semana mis clases tuvieron un nuevo enfoque. Mis instrucciones incluyeron de forma natural más observación y práctica con ahimsa así que todos seguimos fluyendo y avanzando de modo natural, sin forzar nada.
Creo que cuando uno hace un curso de yoga obtiene una perspectiva de la práctica personal mucho más intensa porque se profundiza mucho en la auto observación, hay un crecimiento emocional, espiritual y un salto en la conciencia pero cuando llevas todo eso a una sala, donde hay otras personas recibiendo esa sabiduría, la responsabilidad se multiplica. Es necesaria una intensa práctica personal para saber trasmitir los valores del yoga y el valor de la práctica individual en particular.
El nuevo escenario que aparece
Por si algún día hacéis un curso como el que estoy haciendo yo, tengo que deciros que vais a pasar por una montaña rusa de emociones, necesitaréis tiempo para ajustar vuestra vida, vuestro contexto y a vosotros mismos ante esta experiencia. Pero va a ser muy valiosa porque va a llevaros a otro estado mental, a otro nivel, vais a sentir todo con más intensidad, a saborear todo con muchos matices. Voy a ser honesta, también vais a sufrir, pero os garantizo que una vez lo pases verás cuán insignificante será ante la enormidad de lo que tendrás delante. Te darás cuenta que el sufrimiento no es real, sólo es tu mente que te boicotea para evitar que salgas de aquello que te ha dado seguridad (irreal por cierto), quiere que sigas en el lugar donde estás, con tus limitaciones y creencias… una vez miras por encima del horizonte descubres que hay todo un mundo que recorrer y te aseguro que desearás hacerlo.
Sigue conmigo, ¡esto no acaba más que de empezar! Namasthe lectores.