La foto de este artículo soy yo. Yo pensaba que no podía hacer esta asana pero ¿sabéis? llegó sin esperarlo, un día simplemente pude hacerla 🙂
¿Cuántas veces nos han dicho que no debemos o podemos hacer tal o cual cosa? ¿cuántas veces nos lo hemos dicho nosotros mismos?¿cuántas veces esos límites han hecho que perdiéramos oportunidades que, de haberlas aprovechado, nos hubieran llevado a una situación muy diferente de la que estamos en este momento?
Los límites que vemos en nuestra vida nos los hemos autoimpuesto
Seguramente hemos sido nosotros por las referencias que hemos tenido de pequeños y las que hemos creado de mayores. Pareciera que no son «mala cosa» porque «nos protegen» de experiencias no deseadas pero es que todo en esa frase es limitante, da por sentado que hay cosas malas ahí fuera que debemos evitar cuando no es verdad. Podemos crear las experiencias que queramos así que ¿qué utilidad tiene ponerle vallas al monte?
Poned en vuestra mente algo que os hubiera gustado hacer si hubierais podido. Recordad cuáles fueron los límites que evitaron que pudierais realizarlo, tal vez fue que no teníais dinero, que vuestro marido o pareja dijera que eso «no os pegaba», «no le gustaba» o simplemente «que no quería que lo hicieras», tal vez fueron tus propios miedos a no ser capaz, o que tus amigos pensarían algo de ti que no te gustaría, o que no tenías tiempo, tal vez fuera que simplemente lo catalogaste como un «sueño inalcanzable» y ni siquiera te imaginaste qué pasos darías para llegar a eso…
Bien, imaginad por un momento que no existieran esos límites, que no existiera ninguno, que todo fuera posible porque disponéis de una varita mágica que convierte todo en realidad. ¿Qué pasada no? Imagínate así, haciendo exactamente aquello que deseas con quien deseas donde deseas… ¿Qué sientes? ¿Te llena por dentro? ¿dejarías todo para conseguirlo? ¿te llena lo suficiente el espíritu como para lanzarte en este mismo instante a por ello? Pues estás de enhorabuena porque tu deseo se ha cumplido.
Ahora me preguntarás «¿cómo? a ver, sigo en el sillón de mi comedor y aquí no ha sucedido nada«. Exacto, estás en lo cierto, pero también es cierto que si lo que has sentido al visualizar esa situación es real, si tus sensaciones, emociones y pelos de punta han sido reales la mitad del trabajo ya está hecho porque lo irónico de todo es que nuestros pensamientos crean la realidad que vivimos, tanto la mala como la buena.
Veámoslo al revés que suele ser más fácil entenderlo. Imagina que estás hablando por teléfono con tu móvil en el balcón de un amigo y, de repente, se te resbala el aparato cayendo al vacío. Seguramente, si estás imaginándote esta situación, de repente sientas pánico repentino (debido a la dependencia que tenemos de estos dispositivos por cierto) y esa angustia durará varios minutos, aun habiendo abierto los ojos instantáneamente y buscado nuestro móvil comprobando que está sano y salvo a nuestro lado sobre el asiento. ¿Ha sido real? No, pero lo SENTIMOS como tal. Desde ese momento cuidamos de no hablar en el borde de ningún balcón con nuestro móvil para «evitar sustos».
Si esta última situación la mantenemos más veces en nuestra mente consciente, sin darnos cuenta estaremos creando la casuística adecuada para que suceda porque, queriendo evitarla, estamos demasiado concentrados en contemplar los detalles de la situación en lugar de, simplemente, hablar dentro de la casa. Estaremos construyendo los detalles y seguramente, más de uno ya esté farfullando «pues es verdad, ya me ha pasado«.
La fuerza de nuestros pensamientos es tal que algunos se atrevieron a imaginar volar o presionar un interruptor para conseguir luz en una habitación o pisar otros planetas… Y se hicieron realidad pese a lo que decían los demás. En sus mentes sintieron que era posible lograrlo y, una vez despiertos y con esa sensación en sus cuerpos comenzaron a preparar todo. En lugar de pensar en los límites, pensaron en las posibilidades. La pregunta clave es ¿por qué no? Y probaron miles de posibilidades hasta que llegaron. Nunca dejaron de sentir que era posible y obviaron las voces interiores (y exteriores) que les decían que estaban locos, que no podrían, que nadie lo compraría o cualquier otro límite que se te pueda ocurrir.
Ahora te pregunto yo de nuevo, si puedes VERTE haciendo algo o en algún lugar determinado y SENTIRLO ¿qué harías? ¿cuál sería tu primer paso para lograrlo? No dejes de ver ese final pero céntrate en ese paso que darás para acercarte a ese sueño. De hecho, los siguientes los verás claros como el agua si ese final es claro como el agua. Sin forzar, sin prisa, todo lo que necesites se te pondrá en el camino para lograrlo.
Abre los ojos y disfruta que ya estás en marcha. Namasté amigos.