Cuando la vida azota y parece que todo nos pasa, que Dios aprieta y que prácticamente nos ahoga nos sentimos faltos de energía y de suerte y perdemos la perspectiva… ¡Que todo esto es un viaje con diferentes paradas! En algunas estamos dos minutos y en otras dos décadas. En el artículo anterior de esta serie mencionaba sobre que nos sentimos demasiadas veces separados de Dios pero …

¿Por qué nos sentimos tan separados de Dios?

Estamos enfadados con la creación y sin embargo tenemos tantas ganas de vivir… como almas que se materializaron y experimentan en la materia esas energías de la creación que no sabemos darle nombre, sentimos que Dios nos abandona cada dos por tres. Hemos puesto en él la responsabilidad de nuestro cuidado pero sin embargo, luego renegamos de él cuando creemos que poseemos el control. Pero él nunca se enfada, observa y sigue creando, entregándonos aquello que le pedimos aun cuando no hemos sido conscientes que se lo hemos pedido. Sólo somos conscientes de ello cuando, pasado el tiempo, miramos hacia atrás y decimos “pasó lo que tenía que pasar, y doy gracias por ello”.

Sólo cuando nuestro intelecto es capaz de ver el escenario completo le ve el sentido, y como constantemente está buscándole sentido a todo por su inseguridad, cuando lo encuentra, siente alivio. En ese momento nuestro intelecto ve la mano de Dios, comprende que fue adecuada y la acepta, pero hasta ese instante hay sufrimiento por no ser capaces de ver toda la amplitud del cuadro. Ese sufrimiento es provocado por nuestra condición terrenal, por esta pequeña parte de energía convertida en cuerpo, con sus células, sus nervios, sus huesos y músculos… Esta condición es energía contenida y limitada. Si quisiéramos podríamos expandirnos cual explosión de nebulosa pero no es así, no tenemos ni idea del poder que tiene nuestra mente y al no conocerla, no actúa. Porque no se reconoce así misma.

Pensad por un momento, ¿qué sucede cuando parece que hemos descubierto algo? Nos damos cuenta de lo obvio de su existencia y nos asombramos por no haberlo visto antes. Nos sorprendemos de nuestra ignorancia y de la belleza de la sencillez, de lo fácil que habría sido verlo si hubiéramos mirado ahí, donde sea que estuviera ese descubrimiento. Pasamos unos instantes o unos días de asombro, maravillándonos de la sincronía del universo y poco a poco (o no) volvemos a nuestro estado anterior. Archivamos la nueva información en nuestra mente y seguimos experimentando la vida. Volvemos a la ignorancia. Hemos sido agraciados con un destello de lucidez divina y volvemos a elegir experimentar la vida igual que siempre. Etiquetamos y archivamos esa nueva experiencia creando tal vez una categoría nueva en nuestro subconsciente y seguimos poniendo la alarma para ir al trabajo.

Somos seres ilimitados limitados por propia decisión. Y está bien así porque sin esa ignorancia todo dejaría de tener significado y no necesitaríamos vivir este plano de existencia. Ante la falta de necesidad ¿qué sentido tiene vivir 80 o 90 años? Lo cierto es que hay energías que se materializaron y que están materializadas actualmente que son capaces de ver y sentir la energía de Dios y aún así quieren seguir materializados en cuerpos humanos. Son esas almas que iluminan a otros, que atraen la felicidad a la vida de otras personas tal vez incluso a pesar de su propia integridad física pero son conscientes de su poder y actúan en base a ello. Saben que el tiempo que vayan a estar aquí, entre nosotros, van a poder subir las vibraciones del entorno que les rodea o del mundo entero. Tal vez no sean mucho más conscientes que yo o que tú pero dentro suyo sienten una fuerza que les impulsa a hacerlo y a entregarse, no ven en el “otro” a alguien separado de ellos sino que ven y sienten la unicidad de la especie y sus impulsos son iguales a los de Dios: son creadores.

Los creadores, estén en la vibración que estén, constantemente están creando. A veces serán ideas, a veces casas, a veces dinero y a veces amor. A veces puede que todo a la vez. No distinguen lo que están creando, simplemente crean. Y aquello que crean lo dan, porque si no lo dan la creación se paraliza. Son como el tubo de regar las plantas que hace de canal y que, si se cierra la llave del agua, ésta deja de fluir. Son meros canales de la abundancia, lo saben, lo sienten y no discriminan a quién dan, simplemente dan. Si dejan de dar cierran el grifo y el tubo se seca. No pueden parar de dar. Así funciona todo. Cuando lo entendemos, parece que carece de sentido querer protegerlo o acapararlo todo.

Por eso hay que dejar de analizar y simplemente escuchar… cuando nuestros pensamientos surgen, comienza el proceso de creación… en el próximo artículo hablo sobre el poder del pensamiento.

Namaste lectores.

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