Como comentaba en el último artículo, la materia es una capa y el tiempo es relativo.  Si aprendemos pronto a escucharnos y observarnos no nos importará envejecer porque no sentiremos que perdemos nada. Todo lo que experimentemos serán ocasiones en la que sentir a Dios.

Todo lo que vivimos es parte del proceso

Envejecer, enfermar, perder a alguien, la casa o tu dinero, sufrir un accidente o un abandono son ejemplos de acontecimientos que ponen a prueba todo nuestro sistema de valores. A veces pequeños detalles nos hacen reaccionar de manera desconsiderada pero porque les otorgamos el poder de tocar algo en nosotros que no protegemos, que no queremos tocar o sacar a la luz. Aquello que nos hace reaccionar o trastoca nuestra experiencia de vida es un regalo porque te da la oportunidad de sacar a la luz algo que debes hacer, cambiar o liberar. El rechazo que provocan en ti es la reacción de tu ego; la comprensión y aceptación que finalmente llega es la reacción de la esencia de Dios que te da paz y te permite avanzar. Negar su existencia es mantenerte en el sufrimiento, postergar el enganche a la materia, eternizar la sintomatología física tanto en ti como en lo que te rodee…

Todo es parte de un proceso de aprendizaje a desaprender, donde nos replanteamos todas nuestras creencias para descubrir que son niveles de energía y que la más profunda no tiene forma ni cualidades, simplemente ES. Y todo lo que la cubre pesa. El proceso nos va enseñando a quitarnos esas capas de dependencia y enganches, físicos y emocionales, a lo que no es real. Lo único que permanece es lo real y todo a su alrededor es cambiante, perecedero.

Cuando seamos capaces de comprenderlo todo lo que nos rodea cambiará de significado y lo amaremos tal cual se presente, sin apego, con aceptación, viviremos el drama sin apego, viviremos la alegría sin apego, permitiremos que todo fluya y se mueva, cambie, sin querer poseerlo, sin retener nada. Seremos observadores del poder y la creatividad de Dios, esa energía que todo lo crea. Seremos capaces de ver la Belleza de la creación como quien ve un escenario. Seremos capaces de leer estas palabras y ver a través de ellas. Sentiremos una paz inmensa, un amor inmenso, un agradecimiento inmenso… todo tendrá sentido.

Cuando Dios nos abandona

Así, cuando nos sentimos desdichados y con mala suerte, que todo a nuestro alrededor está en nuestra contra, que nuestros esfuerzos no dan los frutos que esperábamos, que vivimos en escasez económica, social o de salud, rodeados de personas negativas, enfermas o destructivas… Cuando nos sentimos agredidos por nuestro entorno o incluso por nuestro ego (nuestra mente haciendo de juez) y creemos que Dios nos ha abandonado recuerda que todo es una ilusión, un montón de capas que están cayendo para dar espacio a una nueva versión de ti. Una que pesa menos porque, ante tal cúmulo de desdichas, suelta todo el equipaje que mantenía sujeto y que no le dejaba caminar.

  • Cuando sentimos falta de amor, es Dios quien te incita a que dejes de buscarlo fuera y te lo des a ti mismo.
  • Cuando sentimos falta de salud, es Dios quien te incita a prestarle atención a tu cuerpo y respetarlo.
  • Cuando sentimos falta de dinero, es Dios quien te incita a hacerte responsable de tu éxito, abundancia y prosperidad para que tomes acción.
  • Cuando sentimos falta de comprensión, es Dios quien te incita a que te escuches y te comprendas a ti primero.
  • Cuando sentimos falta de valentía, es Dios quien te incita a saltar las barreras para que descubras que la vida es una increíble y divertida aventura.
  • Cuando sentimos falta de paciencia, es Dios quien te incita a que dejes de dar importancia a las cosas y veas que el momento presente es lo único valioso.
  • Cuando sentimos falta de control, es Dios quien te incita a que sueltes para que el barco se enderece solo.

Todo lo que te sucede empieza y termina en ti. Lo creamos nosotros al creernos separados de acontecimientos, personas, cosas u otros seres…. Voy a decirte cómo volver a sentir a Dios:

Mírate frente a un espejo y di en voz alta mirándote a los ojos: «GRACIAS»

Si te sientes ridículo/a sigue diciéndolo cada vez más alto. No bajes la mirada, ante ti está Dios en esa forma humana que ves… Cuando comiences a Sentir a Dios, comprenderás todo lo que he estado escribiendo a lo largo de estos 6 artículos.

Cuando ese «gracias» se lo digas a tu casa, a tu vecino, a tu pareja, a tus hijos, a tus compañeros de trabajo, a tu vehículo, a las bolsas de la compra, a los electrodomésticos, a los muebles, al suelo que pisas, a los árboles, animales, piedras, brisa que acaricia tu rostro, nubes, cielo, sol, luna, estrellas, silencio, ruido, a quien te grita, a quien te abraza, a quien te besa o a quien simplemente espera en una cola como tú en el cine, a quien te acaricia, a quien tropieza contigo, al perro que te ladra, al mosquito que te pica, al polvo que cubre tus muebles, a las hormigas que invaden tu cocina en verano, a la enfermedad, al dolor, a las malas noticias, a la pérdida de un ser querido, al nacimiento de un bebé muy esperado o no tan esperado, al médico, al panadero, al electricista, al semáforo en un paso de cebra, al policía que te pone una multa, al camarero novato que derrama sobre ti el café, al pan rancio, a las manzanas de la mañana, al profesor de tus hijos, al dinero que entra tu cuenta, al que sale de ella, a las malas notas o malas experiencias, a la tristeza, al desamor, a los tropiezos, las desdichas, las risas y alegrías, a las malas noticias y a las buenas, a la luz que entra por tu ventana en el amanecer, al sonido del atardecer, al frío del invierno, al montón de hojas y pájaros que se amontonan en el parque, a los corales que pintan de colores el fondo del mar, a la electricidad que consumes, al recaudador del banco, al plástico que reciclas, a las costureras, cerrajeros de urgencia o repartidores de pizza a domicilio…. Te darás cuenta que vuelves a sentir a Dios contigo, completamente.

Tantas oportunidades de Sentir a Dios que olvidamos, tantos segundos desperdiciados fijando nuestra atención en la escasez en lugar de en la abundancia, tantas oportunidades nuevas cada día que despiertas… Comienza a agradecer estar vivo pues cada bocanada de aire que respiras es Dios diciéndote «aquí estoy, dándote vida, permitiéndote seguir saboreando cada instante como un regalo. Sé consciente. El segundo pasado y el segundo futuro a este no son reales, sé consciente. Tu cuerpo y tu mundo son proyecciones de tu capacidad creadora, sé consciente. Sé consciente de mi presencia en cada vibración del universo, en cada elemento, objeto o ser vivo con el que tropieces porque en ellos está mi esencia, soy en cada uno de ellos. Sé consciente que nunca me fui y que nunca me iré pues mi única labor es crear y soy eterno, soy conciencia, energía y estoy en movimiento, constantemente . Soy tu aliento y tu cuerpo, soy el aire que respiras y tu conciencia ¿me sientes ahora?»

Mírate al espejo y escribe un comentario al final de este artículo contándome qué has sentido, me gustaría saberlo.

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