Este es el primer artículo que escribo en este blog y tengo tantas cosas dentro de mi cabeza y mi corazón que quiero decir que no sé por dónde empezar.
Creo que lo primero que debo hacer es dar gracias, a cada segundo, persona, experiencia, árbol, silencio, alimento… todo lo que he vivido y estoy viviendo ha sido imprescindible y adecuado. Todo, absolutamente todo, me ha llevado al momento presente ¡y me maravilla!
Estoy asombrada por ser capaz de ver la belleza que tiene un segundo, un sonido, un color, un gesto, un olor…. todos mis sentidos me ayudan a vivir con intensidad detalles que hace unos años pasaban desapercibidos para mi. No les daba valor y tienen tanto que abruma. Disculpad, puede que os parezca exagerada mi explicación pero no encuentro otras palabras para describir las emociones que siento dentro. No son emociones que me controlen, son emociones equilibradas, de esas que desearías tener cuando te enfrentas a una situación complicada porque te ayudarían a dar la importancia justa que tiene todo: ninguna.
Esto os puede parecer raro. Vivo con intensidad cualquier pequeña sensación pero sin embargo no tiene importancia alguna… Así comienza este blog, hablando del desapego 🙂
¿Sabíais que a toda experiencia o sensación, desde niños, le asignamos un nivel de apego? Yo he tenido muchos que han dotado de drama todo en mi vida, tanto negativo como positivo. Todo era significativo y así es difícil avanzar en la vida porque no aceptas los cambios aunque seas tú el que los provoque.
He necesitado dos años aproximadamente en decidir dar por terminada la vida de mi anterior blog. Hablaba de mi, mostraba quién era, mis capacidades, mis éxitos, mis intereses… pero un día dejó de hablar, de inspirarme y esperé a que todo aquello «volviera a mi». Nunca lo hizo. He necesitado dos años de trabajo interior, romper prejuicios y cambiar rutinas para sentirme preparada a soltar «esa relación». Es curioso cómo el apego nos ata y anquilosa, cuando te das cuenta de que eres tú el causante en seguida sueltas la cuerda y te dices «¿cómo no me di cuenta antes?» dos emociones surgen en ese momento: enfado (contigo misma) y coraje por lo que vendrá ahora. Por en medio aparece el miedo pero en mi caso lo aparto rápido del escenario porque me entusiasma más la novedad, me encantan las novedades.
El apego a una persona, objeto, experiencia, sentimiento… ponemos apego a todo y ello nos limita porque amamos sentirnos acompañados de eso a lo que nos apegamos. Lo siento pero tengo que deciros una cosa, cuando te mueras, nada de eso se irá contigo así que toma la decisión de soltarlo, agradece haberlo vivido, disfrutado, acompañado y déjalo ir porque así podrás dar espacio a lo nuevo que tenga que venir.
Este artículo es mi «abrir los brazos» a lo que va a venir. Siento que es grande, que todo forma parte de un plan que va a llenarme por dentro y que por delante tengo un trabajo interior que hacer para disfrutarlo sin apego, así podré sentirme satisfecha con lo que sea que me encuentre y a donde sea me lleve. No hay expectativas, no hay deseos, no hay necesidades, me adaptaré a las circunstancias y no exigiré nada a la vida. Sé la teoría así que vamos a la práctica.
Gracias por acompañarme en este proceso. Namasté amigos.