Durante mi formación como profesora de yoga me dediqué al 100% al yoga. El yoga como profesión fue complicado para mi porque se unía mi desarrollo personal con el hecho de crear un negocio que me sostuviera económicamente.
Aparecieron dos luchas internas, una personal y otra profesional. La personal tenía que ver con una sensación de merecimiento y la profesional con encontrar algo que me diera estabilidad y pudiera sostenerla en el tiempo con visión y tesón. Hago un apunte, soy predominantemente vata, lo que quiere decir que tiendo al cambio, a la inestabilidad y al movimiento. Las ataduras no van conmigo y para que algo se sostenga en el tiempo en mi vida debe ser suficientemente nutritivo para que considere que vale la pena mantenerlo.
Ese es mi handicap.
Lo que «tiraba» de mí eran dos intensas determinaciones o necesidades. Una, ayudar a las personas a mejorar su salud o, al menos, a mantenerla en el tiempo todo lo posible y, dos, dejar de correr por la aceptación de los demás y aceptarme a mí misma.
Lo que sucedió es que mis determinaciones «racionales» me introdujeron en un entorno nutritivo y amoroso que no me esperaba, que no tenían nada de racional, y me mostraron algo que necesitaba mucho más: mi transformación interior. Descubrir un ‘espacio’ que no fui capaz de ver hasta que dejé de buscar. Darme cuenta que durante toda mi vida me he esforzado por agradar a otros y me olvidé de agradarme a mi. Al principio fue una experiencia dolorosa y luego aterradora… «¿entonces?¿qué se supone que debo hacer ahora?» me preguntaba, y la respuesta que surgía era «nada, no se espera que hagas nada«. Fue liberador.
Y durante todo ese tiempo me entregué al yoga, tanto a mi práctica personal (que me costaba enraizar por mi naturaleza vata) como a mis sesiones grupales e individuales. Me di cuenta que mis aptitudes con la pedagogía y la didáctica seguían estando muy presentes en mi a pesar de haber cambiado de sector pero también me di cuenta que, sin un canal de ingresos fijos al mes, iba a ser complicado poder sobrevivir sólo dando clases, y no disponía de esa entrada constante así que, aunque tenía unas ganas enormes de dedicarme exclusivamente a ello, cuando me llamaron para volver a la gestión de proyectos, tuve que tomar una nueva decisión. No fue fácil pero veía la «mano de Dios» en ello. El Universo me estaba echando un cable.
Esta vez, el cambio, que suponía una mejora en mi calidad de vida, tenía un trabajo interno añadido que hacer y en el que estoy actualmente. ¿Podré unir lo que el yoga me ha mostrado y la actividad mental que implica la gestión de proyectos? Y aquí estoy, aprendiendo nuevas lecciones. Dispongo de mucho menos tiempo para mi práctica pero puedo satisfacer una de las necesidades básicas del ser humano: sobrevivir.
Ser maestra de yoga me enseña a aceptar todas las situaciones, a no resistirme y a tener un centro al que poder volver cuando quiera. Me enseña a tener paciencia y confianza, pero no me enseña la parte de business. Dicen que es un camino de transformación personal y espiritual y ¡es cierto! es algo que, tarde o temprano, todos buscamos pero si queremos dedicar nuestra vida a ello, necesitamos a ese ego que mira por nuestro interés y sabe detectar amenazas en este plano de existencia.
Creo que hay ciertas fases en el proceso de transformación personal y que, a no ser que, por ejemplo, te conviertas en un ermitaño y vivas de la naturaleza, terminarás evolucionando en un entorno de hipotecas, facturas y compromisos, ¡como la mayoría de humanos! Te toca planificar gastos e ingresos, y más si quieres crear un negocio de tu pasión (ya sea yoga, arte o música, por ejemplo).
Si yo diera una formación para profesores, añadiría dos asignaturas: business para saber cómo podemos vivir de esto y PNL para soltar las creencias limitantes que nos dicen que no merecemos ser felices viviendo de lo que nos apasiona o que no puedes ser buena persona y ganar dinero a la vez.
Todos tenemos estas creencias, sistemas familiares que sanar, pensamientos destructivos que eliminar, conocimiento que adquirir… El camino del yoga es un camino hacia dentro (espiritualidad, autoconocimiento, desarrollo personal), pero también hacia fuera (relaciones interpersonales, medioambiente) y, mientras estemos en este plano de existencia, hay leyes naturales que nos influyen (gravedad), y otras no tan naturales que nos condicionan (fisco).
¿Cuáles son los métodos que te hacen avanzar? Comparte y opina por favor, seguramente aprendemos todos de tus experiencias.
Namasté.
Felicidades por tu decisión Bright Girl. A medida que pasan los años dejo que sea la intuición la que monte la estrategia de avanzar.
Namasté.
Muchas gracias Oriol. La intuición es la sabiduría disfrazada de corazonadas 😉