Todos empezamos a hacer ejercicio de niños, sin equipamiento específico, corriendo detrás de los compañeros de escuela, los primos o persiguiendo a nuestra mascota. En aquel momento, la ropa, las zapatillas, los props, nada condicionaba que la experiencia fuera vivida con diversión y entusiasmo.
Pero ahora parece que tenemos que gastar una pasta gansa en tener el equipamiento adecuado. Que no transpire. Que tenga buen agarre o adherencia. Que sea flexible. Que dure mucho. Materiales técnicos, innovadores, fluorescentes, sobre todo fluorescentes…
Nuestros ancestros no necesitaban nada de esto al igual que nosotros tampoco cuando éramos pequeños pero nuestra in-volución nos ha hecho dependientes de un montón de extras para poder hacer lo que hace años hacíamos de manera natural: moverse.
El sector del deporte ha encontrado un filón en lo que uno «necesita» a la hora de hacer cualquier ejercicio físico. El equipamiento se ha convertido en algo imprescindible si quieres ejercitarte con calidad, sin riesgos y con el fin de obtener objetivos concretos pero ¿realmente hace falta?
Un yogui no necesita realmente una esterilla de yoga. Un masover no necesita muchas herramientas para labrar y cuidar una finca. Un corredor de Sudáfrica no necesita de zapas técnicas para recorrer los kilómetros y kilómetros que hacen. Un niño no necesita unos guantes especiales para desarrollar sus capacidades cognitivas. Un ser humano activo no debería necesitar tampoco mucho equipamiento. Lo cierto es que con el peso del cuerpo y los obstáculos que nos encontremos en el camino deberíamos ser capaces de desenvolvernos en nuestro hábitat.
Pero la civilización, la tecnología y las horas de pie o sentados frente a una silla han coaccionado algunas de nuestras capacidades naturales.
Hay un chaval, Rober Sánchez, que es un crack en movilidad. Defiende que el ser humano debería moverse más y hacer menos ejercicio. Estoy con él. El equipamiento realmente no marca la diferencia si lo que buscas es equilibrio y una buena salud.
Pero sucede que nuestras costumbres nos atrofian partes del cuerpo necesarias para ser unos seres humanos proactivos y auto suficientes. Y cuando acudes a tu primera clase de yoga, te colocas dos esterillas bajo tus rodillas, tres cojines y dos bloques cerca por si acaso. También vienes equipado con lo último en ropa deportiva para yoga: calcetines con siliconas, leggings de tejidos última generación, camiseta cómoda de algodón orgánico, muñequeras y una cinta para el pelo por si sudas un poco.
¡El equipamiento ya viene de fábrica con nosotros! pero nos hemos olvidado de ello. Y mi trabajo consiste en recordarte qué te construye, qué sistemas y estructuras te componen, cómo se mueven entre si, qué energías las activan, qué pensamientos los limitan, qué emociones las bloquean… cuando re-descubres esto cualquier cosa que practiques lo harás con más efectividad, conciencia y sentido común. Es cierto que seguirás comprando equipamiento —permíteme reiterar que no estamos viviendo como nuestros ancestros en medio del monte y seguiremos teniendo condicionantes que nos atrofien— pero al menos no te gastarás más dinero del necesario.
Y una vez aprendas a escucharte, utiliza el equipamiento que quieras. Tal vez te des cuenta que andar descalzo no solo es una gozada sino que es recomendable para la salud de tu columna. O descubras que la basculación de tu pelvis está afectando a tu mordida y digestiones. O que es más sano sentarse en el suelo que en una silla. O que tu sistema nervioso está afectándote más de lo que creías y determinando tu manera de interactuar o responder ante los estímulos que «vienen de fuera».
Aún así no pretendo desmerecer el valor de un buen equipamiento. Normalmente, los que deciden hacer ejercicio o moverse no empiezan con las mismas condiciones y hay que re-introducirles poco a poco a lo que debiera ser natural para ellos pero que dejó de serlo por cuestiones de in-volución sociológica.
Una buena esterilla para hacer yoga te dará seguridad a la hora de sostenerte sobre tus manos y/o brazos.
Una buena cuerda para saltar te hará sentirla firme y enseñará más rápidamente a coordinar el salto con tu respiración.
Una buena banda de resistencia te permitirá conocer tus límites en cuanto a fuerza y resistencia y podrás adaptar mejor el esfuerzo a tu condición física.
Unas buenas zapatillas de running te darán el agarre necesario para ir por superficies determinadas.
Unos buenos guantes mantendrán tus palmas protegidas de las superficies para poder acariciar a tu pareja sin rasparle cuando vuelvas a casa…
Todos necesitamos re-aprender a ser animales… y empieza por escucharse, sentirte y aumentar progresivamente el movimiento en base a nuestras capacidades, desarrollo, condición física (y mental, y emocional) y edad.