En este artículo resumo dos de los módulos del Curso para Profesores de Yoga de Prana que, creo, tienen mucha relación entre si. En el VII módulo trabajamos con yoga nidra y en el VIII con meditación trascendental. En ambos, una serie de técnicas y ejercicios nos llevaban la mirada al interior. En ambos, ojos cerrados para desarrollar detección del «observador consciente». En ambos, un profundo estado de relajación y limpiezas de sankalpas.

«Sólo pocos conocen el Yoga Nidra, el sueño consciente del yogui.
En este sueño te despiertas. ¡El sol sale en la noche!
Tus ojos están cerrados, pero la conciencia interna ve todo.
Tu cama está en el espacio vacío (Shunyakash).
El silencio y el vacío blanco te circundan.
La flor abre su cáliz hacia abajo, y la voz suena en el corazón.
Miríadas de soles salen en el vacío,
Un juego de la naturaleza,
El imposible se realiza aquí…»

Comienzo este artículo con un bhajan (canción espiritual) de Mahaprabhuji donde describe el estado consciente en el Yoga Nidra, una técnica de meditación que proporciona autoconfianza y energía para la vida y que me recuerda a esos finales de clase de educación física, en el instituto, donde se nos inspiraba a relajar cuerpo y mente mediante las instrucciones en voz alta pero pausada de nuestro profesor.

Tanto el yoga nidra como la meditación trascendental poseen fases mediante las cuales vas introduciéndote paulatinamente en un estado de relajación suprema en la que va emergiendo el subconsciente y, a niveles más profundos, el inconsciente. El objetivo es ser capaz de estar en esos estados desprendiéndote de los apegos, pensamientos y sensaciones para ir poco a poco acercándote a ese estado de paz y coherencia absoluta que es el completo silencio, el espacio donde sólo se es y se siente uno con todo.

En el yoga nidra la meditación es guiada y enseña a nuestra mente a no analizar ni etiquetar nada. Se realiza en postura del cadáver o shavasana y el reto es no dormirse mientras se está realizando. Es un entrenamiento consciente de la actividad mental, desarrolla confianza en el proceso de acercamiento al Ser y ayuda a profundizar en el estado de relajación necesario para alcanzar el samadhi (o estado supremo de conciencia). La meditación trascendental sin embargo se realiza en postura sedente (sentado en silla o loto, medio loto o piernas cruzadas en el suelo o sobre un zafu o cojín de meditación) y el reto es mantener la mente silenciosa para que no entorpezca o frustre los efectos y finalidad del ejercicio.

Yoga nidra

En el VII módulo del curso realizamos 5 yoga nidras durante todo el fin de semana y pese a que se realiza totalmente acostado en la esterilla, el ejercicio mental es importante y me agotó un poco. El domingo por la tarde me sentí algo aturdida físicamente pero profundamente confiada y relajada emocionalmente. Si es cierto que funciona a niveles del subconsciente e inconsciente porque mis meditaciones fluyeron mejor en días posteriores. Luego el día a día fue volviéndome a abducir un estado de intranquilidad denominado «Chitta-Vritti» en el que mis ondas cerebrales están hiperactivas y se somatizan en forma de tensiones emocionales o patologías físicas. Que volví al estrés vamos… lo que me hizo pensar en el beneficio de la meditación diaria y en, cada dos o tres semanas, la realización de dos yoga nidras para equilibrar y volver a la salud.

Pero en el VIII módulo del curso, que lo realizamos como retiro de silencio y semi ayuno en Casas de Villaturrilla en Nerpio, volví a conectar con ese silencio y paz interior, donde sientes que realmente no necesitas nada porque se te nutre y protege de todo.

Casas de Villaturrilla en Nerpio

Ser profesores del ‘sentirse’

En este retiro aprendimos a no necesitar hablar para sentirnos, a reducir las interacciones con los compañeros salvo las necesarias para compartir experiencias y ejercicios, a darnos un espacio y un tiempo para escucharnos a nosotros mismos en lugar de escuchar siempre al otro, a sentirnos cómodos con nosotros mismos a pesar de estar rodeados de gente y no interactuar con ellos, a prescindir de la tecnología para «no sentirse solos», a pausar nuestros biorritmos, a limpiar nuestro organismo, a darse cuenta de que las prisas y el estrés lo genera nuestro propio ego.

Este curso de profesores es bueno, muy bueno… Hace algunos artículos mencionaba que «se aprende haciendo» y lo vuelvo a decir. El valor que adquiere el aprendizaje basado en la experiencia no tiene comparación con lo que extraes de un libro. Son aprendizajes distintos, de un libro deduces e interpretas, visualizas y presupones pero de una experiencia integras e interiorizas, sellas el conocimiento a un hecho y pasa al inconsciente más rápidamente de modo que, cuando eres una persona tan práctica como yo, de nada sirve estudiar algo de memoria, necesitas situarte en el contexto y sentirlo para entenderlo, interiorizarlo y automatizarlo. En mi caso las dos palabras claves son paciencia y constancia. 

En este artículo no os desgrano lo que sucedió día a día en ambos módulos, en este momento no le encuentro sentido hacerlo porque todo fue un trabajo muy interno y personal, pero si voy a contaros una de las dinámicas de este último módulo porque me enseñó algo importante para mí.

Fue una sorpresa porque no estaba planificada, surgió el domingo por la tarde, cuando la mitad de los compañeros se habían vuelto a casa y dieron por terminada la convivencia con nosotros y su silencio. La promovió Carlos Navarro, uno de los profesores de Prana. Se trataba de hacer un «paseo consciente» por los alrededores de la casa, en pleno campo y tras dos días lloviendo sin parar, esa tarde lucía un espléndido sol, el cielo tenía un azul intenso y soplaba bastante viento aunque solía dejarnos algún descanso para percibir los olores a tierra mojada y a romero. 

Tomar conciencia de nuestra acción

Todavía no había asistido a ninguna clase de Carlos, no le conocí en persona hasta que vino a nuestro retiro como uno de los profesores participantes, y cuando propuso salir de la casa para realizar una meditación consciente me pareció que era un simple y aburrido paseo pero me dije «vienes a aprender, déjate ir y escucha lo que tiene que decir» así que cogí mi cámara y escuché en silencio sus instrucciones fuera de la casa junto al resto de compañeros.

Iniciamos el ascenso por la montaña. Él iba delante dando pequeñas anotaciones y yo unos pocos metros tras él haciendo todo lo que nos pedía hacer. Cuando daba una pisada, la sentía contactar con el suelo, sentía cómo el peso de mi cuerpo volcaba sobre ella, alzaba la vista para ver los árboles, sentir el sol en la cara, el sonido del viento al pasar por mis orejas, los olores penetraban en mis fosas nasales, los colores intensos de los arbustos, las flores abiertas con las abejas y moscas revoloteando, el canto limpio y armónico de algunos pájaros… Seguía andando en silencio, prestando atención a cada paso, haciendo lento el movimiento, incluso mi mirada se desplazaba al ritmo de mi respiración. Todos mis movimientos eran conscientes, mi pensamiento cesaba, mis ojos seguían el vaivén de las ramas mecidas por el viento y hacían recorridos amplios de toda la escena, sin etiquetar nada, sin juzgar nada, mi mente no interfería, el tiempo se paraba.

Llegado un momento, apareció un pensamiento… «estas piedras son como los obstáculos de mi vida, con conciencia los supero sin dificultad. Qué importante es mantenerse tranquila para poder hacerlo, si tuviera prisa obviaría los detalles de su superficie, su rugosidad, sus prominencias, su altura, incluso su color o la vida que alberga. Ser consciente de lo que hago a cada momento interfiriendo lo menos posible permite que los obstáculos sigan estando ahí pero no me afecten, puedo integrarlos en la subida, puedo aceptarlos como parte del proceso. Son parte del proceso y del aprendizaje.» Este pensamiento es uno de los aprendizajes más reveladores que he tenido de este retiro, se aplica a todo en la vida y reafirma el valor de mi meditación diaria. 

La meditación no es para relajarse y poder afrontar el día, es para tomar conciencia de nuestros actos y nuestra experiencia de vida. Cada vez que funcionamos en piloto automático, incluso si es para ir a por la compra, nos lo estamos perdiendo TODO. Vinimos a este plano terrenal para experimentar y profundizar en nuestro conocimiento del Ser y ¡nos lo estamos perdiendo todo! No digo de estar todo el día como zombis sintiendo cada instante, eso no es productivo. Pese a que nos fastidie, vivimos en un contexto capitalista, hay facturas que pagar y debemos ir a trabajar pero meditar 10 o 20 minutos al día nos ayuda a enfocarnos, a no desbocarnos, nos ayuda a desapegarnos de los resultados para sentir los procesos, nos ayuda a observar nuestras emociones «desde fuera» sin identificarnos a ellas… un día en tu meditación, cuando no lo esperes, dentro tuyo sentirás una intensa emoción de liberación, un ‘eureka‘ que te hará ver la lógica de todo en tu vida, a niveles tan sutiles que sólo podrás sentir gratitud por vivir aquí y ahora, incluso si estás rodeado de ‘problemas’. De hecho te sentirás agradecido por esos problemas porque serás capaz de verles sentido. Todo tendrá sentido. Todo se te revelará y la felicidad durante ese instante, llenará tu día de color. 

No recibirás ese regalo todos los días pero una vez lo recibas, ya no serás el mismo. Esto es lo que nos ofrece las meditaciones trascendentales y de yoga nidra: alcanzar ese estado de samadhi y sentirte en paz con lo que sucede en ti y en tu vida.

Que tengáis un apacible y meditativo día. Namasthe lectores.

Meditación grupal

Meditación conjunta de Prana, Escuela de Yoga y Dhyana, Escuela de yoga en Murcia. Casas de Villaturrilla, Nerpio (Albacete)

Dueños de Casas de Villaturrilla y profesores de Prana, Escuela de Yoga Conclusión al retiro de yoga en Nerpio

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